sábado, 12 de julio de 2008

Breve biografía

Nació el 05 de febrero de 1.954 en el popular Barrio del Toscal de Santa Cruz de Tenerife. A muy corta edad (en diciembre de 1956) pasó a formar parte de esa segunda gran oleada de Canarios que, después de terminada la Guerra Civil Española, emigraron a Venezuela en busca de un futuro mejor que nunca llegó a ser una realidad para muchos, dados los cambios políticos y sociales que vivió aquel país en los años siguientes. Su infancia transcurrirá en ese país de oportunidades; pero su adolescencia y primeros años de juventud los vivirá en el barrio de La Isleta en las Palmas de Gran Canaria. Habrá una nueva marcha a Venezuela a comienzo de los setenta, para retornar a finales de la misma década a vivir entre Santa Cruz de Tenerife y la ciudad de La Laguna; desde donde partirá una vez más a Venezuela a finales del año de 1.982 para, después de dieciocho, volver a comulgar nuevamente con su Patria Canaria a finales del año 2.000.
Manuel Gabriel Trujillo no es un escritor de ahora, sino un escritor de años atrás. Comenzó a escribir desde muy joven, consiguió algunos premios literarios como reconocimiento a su labor como literaria. La totalidad de sus obras, escritas todas ellas en el período que abarca desde el año de 1.967 al de 1.999, se perdieron en las inundaciones del 12 de noviembre del año 2000, once meses después de la tragedia de Vargas, y en vísperas de su retorno a Canarias. No pudieron los ríos Piedra Azul y Quebrada Seca arrebatarle la vida, pero si se llevaron, en su rabia manifiesta, más de una docena de obras escritas; contándose entre ellas letras y partituras de canciones con las que había ganado algunos festivales locales donde se premiaba a la mejor canción mensaje. Actualmente está residenciado en La Villa de Adeje, provincia de Santa Cruz de Tenerife.

2 comentarios:

Iván dijo...

Estimado D. Manuel:

Siento la tardanza en responderle. Lamento comunicarle que aún no he terminado la lectura de sus libros. Este invierno me ha traído vientos revoltosos que me roban tiempo de mi reloj y mi cabeza. Aún así, espero completar en breve la promesa que le hice, pero no quiero leerlos rápido, sin pararme a comprender, sólo para decir que los he leído. Estoy intentando leer los relatos de una sola sentada y eligiendo bien el momento para poder sumergirme todo lo posible en la historia. Y la tarea de encontrar dicho momento, en los últimos tiempos me está resultando algo difícil...

Se que debería dedicarme tiempo a mi mismo, pero, como suele decirse, a perro flaco todo son pulgas. Las nuevas responsabilidades en el trabajo, las clases del maldito carné de conducir y los tropiezos de seres queridos por culpa de esta época tan fastidiada que nos toca vivir; provocan que los ratos en que la cabeza esté libre de preocupaciones, sean escasos.

Aunque si he de ser sincero, a lo que más dedico mis pensamientos, en casi todos los minutos que caben en un reloj a lo largo del día, es a mis propias historias de amores y desamores. Y es que empecé tarde en este mundo, pero con intensidad. No voy a entrar en demasiados detalles sobre este punto, no se si por pudor o por no saber todavía el final de una historia en la que, a veces, me parece que soy el único en encontrarle un final feliz. Pero tampoco quiero causarle preocupación, que, como usted bien dice en uno de sus relatos, de ésto nadie se ha muerto.

Ya le hablé en nuestro último del primer relato, ''una llamada inoportuna'', y de la cercanía que se encontraba con la realidad de un problema que vivimos diariamente y en el que las mujeres y sus hijos son las principales víctimas. Lástima que, a pesar de lo genial de su relato, y de lo increíblemente paralelo al día a día de esta loca sociedad en que vivimos, haya quien se empeñe en que la realidad supere a la ficción. Aún así, no quería despedirme sin comentarle cuanto me ha impactado la historia sobre Andrés. Cuando termine el relato, estuve un rato con la sensación de haberla vivido en primera persona. Creo que, en parte, influyó el hecho de vivir en una ciudad que, aunque no es el lugar, ni está en la misma época en que se desarrolla, se puede aproximar bastante. También el hecho de que yo también perdí un amigo en la adolescencia, aunque de otro modo al contado en la historia. En mi caso, también estaba muy unido a él, y todos le tachaban de loco. Coincidíamos todos los veranos y hacíamos mil locuras. Cuando salía a la calle, el ya llevaba en ella unas horas... Hasta que un verano, al reencontrarnos, ya no era el mismo. Tuvo problemas con las drogas, y la persona que me encontré delante no era la que yo conocí. Aún vive, y, aunque pueda sonar cruel, y le aseguro que no es esa mi intención, para mí es como si hubiese muerto porque no logro encontrar en él al chico alegre que conocí de niño... Estuve unas horas con mil preguntas en la cabeza y una cierta sensación de tristeza. Me impactó la sensación de pensar, o saber en parte, que la historia contada, bien pudo ser real. No quiero estropear esa pequeña pizca de magia intentando descubrir las partes reales de las puramente literarias, así que seguiré pensando que todo es real, y que Andrés y Martha podrán estar juntos en otro lugar o en otra vida.

No quería despedirme sin decirle que deseo que se encuentre bien y que espero ponerme en contacto pronto para contarle que he cumplido la promesa. Espero que este mensaje sirva para demostrar que no me olvido de los pactos, al menos, como diría Sabina, de los que son entre caballeros.

Me ha alegrado escribirle, porque por unos instantes puedo recuperar ese bálsamo para la mente que es, para mí, la redacción.

Le envío un amistoso saludo. Atentamente:

Iván Ortiz

Aguilaminor dijo...

M.G.Trujillo,
Adelante con tus publicaciones.
necesito hablar contigo.
cresio@hotmail.com
Como sabes, estoy en Pamplona, en donde estuviste hace poco.
Dios te bendiga.
Gracias.